jueves, 19 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Cinco: "Brujo"




He desprecintado una copia de "Brujo" para escucharla mientras escribo la historia de cómo lo grabé. Me he quedado paralizado, un escalofrío me recorre el cuerpo entero, estoy a punto de llorar con una sonrisa en mi vieja cara. Tenía diecinueve años cuando decidí realizar mi primer gran proyecto, un disco de verdad, con músicos vistiendo todas las canciones, como siempre me las había imaginado. En Junio de 1999 entré de nuevo en el estudio de Fernando para comenzar una aventura llena de contrastes que terminó con el disco publicado en marzo del 2000 y con mi ser abatido en la cama para siempre.


Puede que "Brujo" sea el disco más raro del mundo, el menos ortodoxo, el menos comercial, aunque mi intención era hacer una producción normal. Para empezar nunca usamos el metrónomo, excepto en "Cantar de brujo", en el que pusimos un metrónomo estropeado que fuimos siguiendo no sin sufrimiento. Todo se hizo a partir de las guitarras que grabé el primer día, las cuales quedaron tal cual. Por entonces no conocía la magia de seguir el compás, me parecía una atadura más. Yo sentía que tenía mi propio tempo, y me parecía natural que fuera irregular, una forma más de expresión. Nunca he tenido mal compás, pero para los músicos esto es un problema, sobre todo para el batería, en este caso los baterías, porque se grabó una primera batería que luego repitió otra persona; era una tarea casi imposible. En realidad lo hicimos todo un poco a lo loco, nadie sabía cómo se grababa un disco: en casi todas las canciones grabamos el bajo y la guitarra a la vez, luego las baterías, y después lo demás.

Grabando las guitarras que servirían de base para todo el disco.
Y lo demás fueron muchas cosas. En el disco hay guitarras españolas, acústicas y eléctricas, piano, órgano, bajo, batería, percusiones, una orquesta de cámara con dos violines, una viola, un violonchelo, una flauta travesera y un oboe, bases electrónicas, un coro con todas sus cuerdas, un rapsoda árabe, un poeta, coros invitados, y mi pequeña y descontrolada voz. Muchas personas trabajaron duro para hacer este disco que ahora mismo escucho asombrado.

En estos papeles estaban los agradecimientos que hice durante el concierto de presentación de "Brujo" en la Plaza Mayor de Salamanca.

Cuando llevábamos un mes grabando, se me ocurrió que podría presentarlo en la Plaza Mayor de Salamanca durante las fiestas patronales. Santi y Pablo, amigos, casi padres, dedicados al teatro con su empresa de contratación, me ayudaron con las negociaciones y conseguimos la fecha. Había que terminar el disco lo antes posible. Cada día entrábamos en el estudio a las diez de la mañana y salíamos cuando Isidro, el técnico, ya no podía con su alma. Mi amigo Óscar estuvo a mi lado en todo momento durante los primeros meses de grabación. Eran muchas las tareas. Mientras unos grababan, otros ensayaban. Álvaro García, un amigo erudito y diestro con la matemática de la música, hizo los arreglos para el conjunto de cámara. En ese momento de mi vida pude hacer grandes nuevos fichajes: Alberto Navales apenas tocaba aún la guitarra, pero su amor por la música era tal, que yo lo quería para mí (en próximos capítulos contaré lo importante que es Alberto en toda esta historia). Él me presentó a los que fueron el bajista y el batería de "Brujo", Javi Amado y Carlos de la Calle. El grupo de cámara lo formaron Teresa Fraile y Ana Cabero a los violines, el mismo Álvaro García a la viola, Óscar al vilonchelo, Álvaro Cortés a la flauta travesera y Sergio Simón al oboe. Carlos rodríguez tocó el piano y el órgano. Las bases electrónicas las diseñó Santos Neri. El coro lo dirigió Dudu Marechal, y en él cantaron Nerea de Miguel, Marta Pisonero, Raúl muñoz, Óscar, Carlos Rodríguez y Álvaro García. La declamación en árabe la hizo Alí el Jaouhari,  el poema con el que termina el disco lo recita el poeta Antonio Colinas, y la voz invitada en "El número tres" es la del cantautor Carlos Chaouen. Con este contundente equipo hicimos mi primer gran disco. En él quedó reflejado el talento de todos ellos.

¡Tremenda la banda!
Grabar un disco fue mucho más difícil de lo que pensábamos. Además, hay que tener en cuenta que no disponíamos de los medios digitales que hay en la actualidad. Todo tenía que salir perfecto en cada toma. Tuvimos todo tipo de dificultades, hubo bastantes jornadas infructuosas, pero fue muy hermoso ver cómo las canciones iban tomando forma. Cada uno de los que estábamos trabajando en el disco dimos lo mejor de nosotros. Isidro, el técnico que más horas echó, se enfrentó por primera vez a grabar usando un aparato completamente nuevo para él. Ninguno de los músicos habíamos trabajado jamás en una producción discográfica. La verdad es que aprendimos todos de esta experiencia, pero la grabación del disco se retrasó muchísimo más de lo esperado.

Isidro y yo en los estudios V.U.
Acaba de sonar la última canción del disco. Ha sido difícil enumerar todos estos datos mientras me llegaban avalanchas de imágenes, historias y sentimientos que no me gustaría olvidar nunca. Supongo que algún día lo escribiré todo. Recuerdo el concierto como un gran estrés a mi alrededor creado por mí. El estrés puede ser apasionante. Sin haber terminado el disco, nos dispusimos a ensayar para el concierto. Éramos muchas personas, el ensayo general lo hicimos en el jardín de la casa de uno de los músicos. Las canciones no eran fáciles, y me emociono al recordar a todas esa personas trabajando con verdadera implicación. Mi hermano Juampy, que tenía quince años, aprendió a tocar la guitarra acústica para ese concierto. En apenas dos semanas se preparó el repertorio con la guitarra, sin haberla tocado en su vida anteriormente, y además tocó la pandereta he hizo coros. Participaron todas las personas que trabajaron en el disco, hasta vino Carlos Chaouen a cantar conmigo la canción en la que colaboró.

Chaouen y yo cantando "El número tres" en el concierto de presentación.
El concierto fue un éxito, pero había que terminar el disco. Estuvimos grabando hasta mediados de Diciembre de aquel 1999. Habíamos empezado en Junio, en todos eso meses se generan gran cantidad de anécdotas. una de las más bonitas fue cuando grabamos la voz de Antonio Colinas. Él es un reconocido y admirado poeta. Tuve la suerte de que su hijo iba conmigo a clase (con veinte años yo seguía en el instituto), él me lo presentó. Nos veíamos de vez en cuando, y en una ocasión le pedí que recitara en el disco un poema mío al final de la canción "De Otoño". Quedamos para ello una tarde de Julio sorprendentemente lluviosa y fría. Realmente parecía que estábamos en otoño. Durante el camino yo intentaba hablar cn él, y me dijo que no quería hablar, que se estaba concentrando. Eso me impresionó. En el estudio estábamos Isidro, él y yo. Si escuchar la música de fondo, grabó el recitado de mi poema. Fue una sesió solemne y perfecta. Pasados unos días añadimos la guitarra y le pedí a Álvaro Cortés que añadiera una flauta. Eso también fue muy especial, porque esa preciosa flauta que acompaña a la voz de Colinas, se hizo en una sola toma improvisada. 



Instantáneas del concierto en la Plaza Mayor. en la foto de Arriba Carlos Rodríguez, Ana Cabero, Teresa Fraile y Óscar Martín. en la de abajo Alí recitando en árabe. en la del medio se atisba a Álvaro Cortés.
Como dije antes entre paréntesis, en esa época seguía en bachillerato, en anteriores capítulos cuento mi tortuosa trayectoria académica. La producción del disco la hice en un bar cercano al instituto (ya era el tercero en el que me matriculaba, y habrá un cuarto...). El bar se llamaba Salambó (hoy día es el delicioso restaurante Salam). Frente a la mesa donde me sentaba todos los días a escribir mis ideas para el disco, habí un cuadro al que miraba cuando me quedaba pensando. En un momento dado supe que esa sería la portada del disco. Le pregunté al camarero que de quién era la pintura, y me dijo que la había hecho él mismo. Le pedí entonces que me dejara usarla como portada de mi disco. Él, que se llama Enrique Balsa, se rió incrédulo y me dijo que sí. Tendríais que haber visto su cara cuando el fotógrafo Mitxel Acero (autor de miles de fotos que documentan la grabación y el concierto) llegó con su equipo para fotografiar al cuadro. Cuando salió el disco hicimos allí la rueda de prensa. hoy día, como he dicho antes, es un restaurante que me encanta y que recomiendo.

Foto del cuadro de Enrique Balsa del que salió la portada del disco.

Ahora mismo siento que no soy muy diferente al Andrés de diecinueve años. De hecho creo que me he quedado ahí, en ese estado mental. Por entonces yo me sentía capaz de cualquier cosa y no ocultaba mi seguridad, también disfrutaba de una inocencia impoluta. La verdad es que después de todo el tiempo que ha pasado, no he perdido nada de esa inocencia, la diferencia es que en aquel momento la ignoraba. Ahora sé que la tengo, en parte gracias a esta historia. Estuvimos mezclando el disco en Aránzazu, un pueblo de bilbao, Asier Ercilla se ocupó de mezclarlo en tres días, en conreto el 29 y 30 de diciembre del 1999 y el 2 de Enero de 2000. Mi manager de ese momento, que tantas cosas había hecho por mí, me salió rana y no llegamos a un acuerdo para que él publicara el disco, y me decidí a autoeditarlo. Llegó el momento de buscar inversores. Mis primos Arancha y Roberto, aportaron la cantidad necesaria para su publicación. Todo parecía sostenerse a pesar de que habíamos tenido que superar mil adversidades que no me apetece contar. Pero en ese momento sucedió lo peor que me ha pasado en la vida. Me vine a Madrid para publicarlo, contacté con una persona que resultó ser un estafador. Ese señor me robó todo lo que me quedaba para sacar el disco. Lo siguiente que hice fue meterme en la cama para siempre. Había perdido toda mi energía, mi dinero y mi ilusión. El mundo de los adultos resultó ser una mierda. Al verme así mis padres, decidieron pedir un crédito y sacar el disco, pero yo ya no era el mismo, me había enfrentado al mundo y me había comido entero.



Fotos de la grabación. Arriba con Santos Neri el día que metimos las bases electrónicas. En medio con Javi amado grabando bajos. abajo premezclando con Isidro.
Gracias al gesto de mis padres, me levanté un poco y pude hacer muchos conciertos de presentación con la banda en muchos sitios. Sin embargo el disco no he podido escucharlo sin sentir rabia hasta ahora. Después de esto, mi vida cambió mucho. Estaba a punto de estallar, y lo hice a mi modo. En próximos capítulos contaré como fue mi emancipación, mi llegada a Madrid y todas las cosas emocionantes que me han sucedido hasta ahora. Con esta experiencia de crear "Brujo" aprendí que dedicarse a la música profesionalmente tampoco era la libertad que yo esperaba. Para lograrla tuve que romper con todo y seguir buscándola, actividad que se ha convertido en mi verdadera profesión.

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