viernes, 13 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Cuatro: "La nueva generación".

Ideas propias

A principios del 97 estaba en plena actividad, haciendo conciertos todos los meses, componiendo, leyendo, aprendiendo cosas nuevas con la guitarra, dispuesto a comerme el mundo. También estaba especialmente interesado en la historia, la filosofía, la política, la dialéctica... Una profesora de mi nuevo instituto organizó un grupo de debate para participar en un concurso celebrado en toda Castilla y León. Me apunté de cabeza. Desde el principio me resultó extraña la dinámica del concurso: hay una pregunta: "¿Es necesario tomar medidas para terminar con la discriminación machista?"; y dos posibles opciones para debatir: sí o no. Defender una u otra postura dependía de si salía cara o cruz antes de comenzar el debate, de modo que había que prepararse las dos opciones antes de concursar. Nadie quería defender el "no", cuando salía en la moneda lo que tú habías pedido, elegías el "sí". La primera vez que concursamos, me tocó defender el "no", y salimos triunfando a pesar de ser la opción más difícil. Entonces tuve una idea: si me preparo a conciencia el "no", siempre podré defender esa opción, ya que nadie la quiere defender, y además no tendré que sufrir la terrible contradicción de estar a favor y en contra de dos ideas contrarias, que era lo que a mí más me chocaba de todo esto. ¿Cómo es posible que para participar en un concurso de debate no puedas expresar tu propio pensamiento, más que cuando coincida con el argumento que te toca defender? 

Aquí estamos en el instituto, preparándonos para participar en un concurso de bate al que llegamos muy lejos. Aprendí mucho de esta experiencia, sobre todo que no quería ser político.

Gracias a mi invento, ganamos todas las fases y llegamos a la gran semifinal. Esta fase se hacía en un teatro de Valladolid ante cientos de personas y se televisaba . Estoy a punto de contar uno de mis mayores fracasos, pero también uno de mis mayores aprendizajes. Cuando tiraron la moneda, mis contrincantes eligieron el "no". En ese momento me derrumbé. Cuando llegó el momento de mi intervención, sencillamente me quedé en blanco, viendo cómo se desdibujaban todas las expectativas que había sobre mí. Ese día entendí qué era la política, y supe que no estaba interesado más que en tener ideas propias; nunca podría formar parte de un partido, ni ser abogado, ni presidente, ni siquiera delegado de clase. Ese día supe que estaba incapacitado para defender ideas ajenas, gracias a lo cual empecé a abandonar cualquier ideología, a construir ideas propias. 

Podría haberme dedicado a hacer piruetas, se me daba muy bien...

También me podría haber sido actor, me encantaba meterme en personajes. Aquí soy una abuelilla.

No puede ser yo

Por suerte yo ya había encontrado mi trabajo, uno que consiste precisamente en tener y expresar mis ideas propias. Después de unos cuantos conciertos, pensé que el espectáculo podría ser algo más que cantar canciones y contar chistes entre ellas. Había un contraste muy grande entre el tono de mis canciones surrealistas, melancólicas y experimentales, y el tono de mis presentaciones humorísticas e hilarantes. El 14 de Junio del 97, estrené mi primer espectáculo integral con música, teatro y poesía. Lo titulé "No puede ser yo", como una canción que hice sorprendido por ver mi cara en la prensa y en carteles por todas partes. Para este espectáculo, que estuvimos meses preparando, conté con la colaboración de músicos y actores, así como de personas que me ayudaban con las proyecciones. Lo hice en El Corrillo, y fue muy hermoso trabajar con tanta gente entusiasmada. Por esa época ya me acompañaba habitualmente el guitarrista Eloy Gazol, también cantautor. Mi amigo Carlos Rodriguez, compañero del colegio, con quien he compartido horas y horas de pasión por la música, me acompañaba al piano. Óscar, mi mejor amigo, del que hablé en el primer capítulo, tocaba ya el violonchelo en todos mis conciertos. También contábamos con el violonchelo de Iris Jugo y con el oboe de Sergio Simón. Otro Sergio, mi primo, se ocupó de poner en un rudimentario retroproyector las transparencias con dibujos míos, fotografías, letras de canciones y una caricatura de cada persona que participó en la función, realizadas por Max Hierro. En lo que se refiere al teatro me ayudaron mis amigos Carlos Therón y Carolina Mora. 


De hecho comenzamos con teatro. Carlos Therón y yo éramos exactos cuando teníamos dieciocho años, se nos confundía por la calle. Cuando comenzó el espectáculo, El Corrillo estaba lleno de personas que me conocían de lejos, de conciertos, de la prensa. Entonces salió a escena Carlos vestido con mi ropa, en concreto con mi camiseta del Ché. Tomó la guitarra y comenzó a presentar el espectáculo. Antes de que nadie pudiera reaccionar (casi toda la sala picó), Carolina se levantó de entre el público y empezaron los dos a discutir. Ella insistía "tú no eres Andrés, !impostor!", se abalanzó sobre él y salieron corriendo del escenario a la calle. Se hizo un oscuro, y la luz volvió cuando yo ya estaba tocando los primeros acordes de la canción con la que comencé. Así empezó un espectáculo que duró dos horas y media (por entonces se podía fumar dentro) y que estuvo lleno de sorpresas y dinamismo. Mi padre lo grabó todo en vídeo. Algún día lo pasaremos de hi-8 a archivo digital, aunque sea sólo para rememorar esas locuras que tanto nos divirtieron.

Ely Gazol en mi habitación, probablemente ensayando para este concierto.

Eloy Gazol y yo tocando en el Café Berlín de Salamanca.


Alma gris y Alexia

Después de este concierto tan especial, repetí la fórmula en muchas ocasiones, siempre creando un espectáculo distinto. Ahora mismo me están entrando ganas de volver a hacerlo. Otra cosa que empecé a hacer esa primavera, fue grabarme a mí mismo. Mi padre tenía una pletina a la que se podían enchufar dos micrófonos que grababan en estéreo. Grabé muchas cosas. Luego se me ocurrió que si conseguía otra pletina, podría grabar en ella mientras sonaba la otra, usando una mesa de mezclas. Enseguida me hice con todo lo necesario y comencé a experimentar mi particular sistema de grabación por pistas. De ahí salieron las maquetas "Alma gris" y "Alexia". Durante tres meses apenas salí de casa, sólo quería grabar y grabar. Me gustaba más experimentar con las canciones más raras y extravagantes, que también eran las más melancólicas y crípticas. Las canciones divertidas, incluso de humor explícito, eran las que mejor funcionaban en el escenario, pero no me apetecía experimentar con ellas. No sé, las rumbas, blues, etcétera, no se prestaban a la experimentación, esas las prefería grabar tal cual eran. Así tuve que dividir mis canciones en dos álbumes: las más experimentales en "Alma Gris", y las más normales en "Alexia" (Alexia era el nombre de mi nueva guitarra, por fin me había comparado una española electrificada; hablaré de ella en próximos capítulos).


También por entonces comencé a viajar con mi guitarra para hacer conciertos fuera de Salamanca. Aquel verano de 1997, viví la aventura de tomar un tren a Barcelona con mi guitarra para buscarme la vida por ahí. Ya tenía diecinueve años, era un señor sin miedo a nada, y llegué hasta un camping de Girona donde trabajaba una gran amiga. Allí me alojaron a cambio de tocar en la terraza para los clientes. También toqué en algunos bares de la costa y en Barcelona. Lo mejor fue que no tenía fecha para regresar, y que era posible sobrevivir haciendo música. 

Aquí estoy en la playa de Palamos (Girona), en plena aventura. Parece que olvidé comer por aquellos días, demasiadas experiencias.


Esternón

Regresé y seguí haciendo conciertos, espectáculos, canciones, grabaciones, hasta que en Diciembre tomé una decisión. Quería hacer grandes cosas, y de pronto me di cuenta de que necesitaba que alguien invirtiese en lo que hago. Entonces busqué una discográfica que produjera algo parecido a lo mío. Escribí una carta a Fonomusic, en la que les aseguraba que conmigo se iban a forrar, eso sí, no podrían meterse en mi trabajo y tendrían que pagarlo todo. Me llamaron por teléfono a los pocos días, y me dijeron que les encantó la carta, pero que les sorprendía que no les hubiera enviado mi música... Yo les respondí que tendrían que fiarse de mí, lo que les hizo bastante gracia. La cuestión es que sí les envié un dossier de prensa donde vieron que era bastante popular, y pensaron en incluir mis canciones en el segundo volumen de "Cantautores, la nueva generación", disco que yo tenía en casa y que escuchaba habitualmente. Pero necesitaban escuchar mi música para ver si era publicable o no. Entonces yo les envié una cinta con canciones de todos los cantautores que me gustaban de Salamanca, dos canciones de cada uno de nosotros. Esto también les hizo gracia, y me dijeron que sólo había espacio para dos canciones en el disco. Puse como condición para salir en el disco, que una de las dos canciones fuera de Aitor, un cantautor de baleares con un talento excepcional que estaba estudiando en la ciudad. Aceptaron, y así en el año 98 grabé Esternón en el nuevo estudio de Fernando, el amigo de mi padre que me grabó Imaginación.

En la foto estoy con un responsable de Fonomusic, en la rueda de prensa para la presentación de "Cantautores, la nueva generación, volumen II".

Estuvimos una semana para grabar una sola canción. Todos éramos nuevos. El estudio nuevo (y excelente), los técnicos nuevos, los músicos nuevos. Fue una experiencia maravillosa. Hace unos días me encontré en Libertad Ocho con el protagonista de una de las anécdotas más interesantes de esta grabación, Pedro Pedrosa: estábamos en la puerta del estudio fumando, cuando vimos venir a lo lejos a un chico con una guitarra. Nos pusimos a hablar. Dijo que tocaba la guitarra flamenca, entonces le pedí que entrara y que se grabara algo en la canción. Aún se puede escuchar esa primera toma que hizo acompañando la coda de la canción. Fue muy buena suerte encontrármelo. Quizá también me dé suerte habérmelo encontrado ahora. Al final no nos quedó muy mal la grabación, aunque pareciera una tarea imposible. Pronto entraría en ese mismo estudio para grabar "Brujo", mi siguiente disco, ya lo contaré en próximos capítulos.

Gracias a estar en este disco, que se editó en todo el país, ya estaba reconocido y vinculado a una generación de cantautores (que tenían diez años más que yo) a los que pude conocer, y con los que puede hacer muchas cosas. En la presentación del disco que se hizo en el Juan del Encina de Salamanca, conocí a artistas a los que admiraba, como Antonio de Pinto, Carlos Chaouen y otros muchos que ya estaban en Madrid dándolo todo. Yo tendría que esperar un año para conocer Libertad Ocho, y otros dos más para venir a la conquista de la capital. Esto ya lo contaré también en próximos capítulos.

Cuando mis nuevos compañeros me contaron las condiciones para publicar con aquella discográfica, se me quitaron las ganas de insistir. Cuando me lo propusieron yo ya estaba autoeditando "Brujo". 

Puede que esta etapa, antes de grabar "Brujo", haya sido la más feliz de mi carrera, quizá por la inocencia y la gran ilusión que me movía. Por entonces yo tenía muy claro que el arte y el comercio no se llevaban bien, que mi camino no era buscar el modo de sacar rentabilidad a mi trabajo, sino aprender a hacerlo de la forma más eficiente artísticamente hablando. Es decir, yo quería evolucionar hasta hacer la canción perfecta, hasta tocar de forma perfecta, hasta escribir prefectamente, hasta tener una puesta en escena inmejorable; eso sí, sin dejar jamás a un lado mis deseos, mis gustos, mis ideas propias. Sé que la perfeccción no existe, pero a día de hoy puedo decir que he triunfado en ese sentido, estoy satisfecho con todo lo que hago, aunque quiera seguir aprendiendo y evolucionando. Por aquellos tiempos, os aseguro que era muy auto crítico, y pensaba que mi trabajo sólo era un ensayo, que no debería publicarse. El primer trabajo del que estoy completamente orgulloso es "Consciencia", pero ese es el último capítulo de estos veinte años de vida en las canciones.






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