jueves, 19 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Cinco: "Brujo"




He desprecintado una copia de "Brujo" para escucharla mientras escribo la historia de cómo lo grabé. Me he quedado paralizado, un escalofrío me recorre el cuerpo entero, estoy a punto de llorar con una sonrisa en mi vieja cara. Tenía diecinueve años cuando decidí realizar mi primer gran proyecto, un disco de verdad, con músicos vistiendo todas las canciones, como siempre me las había imaginado. En Junio de 1999 entré de nuevo en el estudio de Fernando para comenzar una aventura llena de contrastes que terminó con el disco publicado en marzo del 2000 y con mi ser abatido en la cama para siempre.


Puede que "Brujo" sea el disco más raro del mundo, el menos ortodoxo, el menos comercial, aunque mi intención era hacer una producción normal. Para empezar nunca usamos el metrónomo, excepto en "Cantar de brujo", en el que pusimos un metrónomo estropeado que fuimos siguiendo no sin sufrimiento. Todo se hizo a partir de las guitarras que grabé el primer día, las cuales quedaron tal cual. Por entonces no conocía la magia de seguir el compás, me parecía una atadura más. Yo sentía que tenía mi propio tempo, y me parecía natural que fuera irregular, una forma más de expresión. Nunca he tenido mal compás, pero para los músicos esto es un problema, sobre todo para el batería, en este caso los baterías, porque se grabó una primera batería que luego repitió otra persona; era una tarea casi imposible. En realidad lo hicimos todo un poco a lo loco, nadie sabía cómo se grababa un disco: en casi todas las canciones grabamos el bajo y la guitarra a la vez, luego las baterías, y después lo demás.

Grabando las guitarras que servirían de base para todo el disco.
Y lo demás fueron muchas cosas. En el disco hay guitarras españolas, acústicas y eléctricas, piano, órgano, bajo, batería, percusiones, una orquesta de cámara con dos violines, una viola, un violonchelo, una flauta travesera y un oboe, bases electrónicas, un coro con todas sus cuerdas, un rapsoda árabe, un poeta, coros invitados, y mi pequeña y descontrolada voz. Muchas personas trabajaron duro para hacer este disco que ahora mismo escucho asombrado.

En estos papeles estaban los agradecimientos que hice durante el concierto de presentación de "Brujo" en la Plaza Mayor de Salamanca.

Cuando llevábamos un mes grabando, se me ocurrió que podría presentarlo en la Plaza Mayor de Salamanca durante las fiestas patronales. Santi y Pablo, amigos, casi padres, dedicados al teatro con su empresa de contratación, me ayudaron con las negociaciones y conseguimos la fecha. Había que terminar el disco lo antes posible. Cada día entrábamos en el estudio a las diez de la mañana y salíamos cuando Isidro, el técnico, ya no podía con su alma. Mi amigo Óscar estuvo a mi lado en todo momento durante los primeros meses de grabación. Eran muchas las tareas. Mientras unos grababan, otros ensayaban. Álvaro García, un amigo erudito y diestro con la matemática de la música, hizo los arreglos para el conjunto de cámara. En ese momento de mi vida pude hacer grandes nuevos fichajes: Alberto Navales apenas tocaba aún la guitarra, pero su amor por la música era tal, que yo lo quería para mí (en próximos capítulos contaré lo importante que es Alberto en toda esta historia). Él me presentó a los que fueron el bajista y el batería de "Brujo", Javi Amado y Carlos de la Calle. El grupo de cámara lo formaron Teresa Fraile y Ana Cabero a los violines, el mismo Álvaro García a la viola, Óscar al vilonchelo, Álvaro Cortés a la flauta travesera y Sergio Simón al oboe. Carlos rodríguez tocó el piano y el órgano. Las bases electrónicas las diseñó Santos Neri. El coro lo dirigió Dudu Marechal, y en él cantaron Nerea de Miguel, Marta Pisonero, Raúl muñoz, Óscar, Carlos Rodríguez y Álvaro García. La declamación en árabe la hizo Alí el Jaouhari,  el poema con el que termina el disco lo recita el poeta Antonio Colinas, y la voz invitada en "El número tres" es la del cantautor Carlos Chaouen. Con este contundente equipo hicimos mi primer gran disco. En él quedó reflejado el talento de todos ellos.

¡Tremenda la banda!
Grabar un disco fue mucho más difícil de lo que pensábamos. Además, hay que tener en cuenta que no disponíamos de los medios digitales que hay en la actualidad. Todo tenía que salir perfecto en cada toma. Tuvimos todo tipo de dificultades, hubo bastantes jornadas infructuosas, pero fue muy hermoso ver cómo las canciones iban tomando forma. Cada uno de los que estábamos trabajando en el disco dimos lo mejor de nosotros. Isidro, el técnico que más horas echó, se enfrentó por primera vez a grabar usando un aparato completamente nuevo para él. Ninguno de los músicos habíamos trabajado jamás en una producción discográfica. La verdad es que aprendimos todos de esta experiencia, pero la grabación del disco se retrasó muchísimo más de lo esperado.

Isidro y yo en los estudios V.U.
Acaba de sonar la última canción del disco. Ha sido difícil enumerar todos estos datos mientras me llegaban avalanchas de imágenes, historias y sentimientos que no me gustaría olvidar nunca. Supongo que algún día lo escribiré todo. Recuerdo el concierto como un gran estrés a mi alrededor creado por mí. El estrés puede ser apasionante. Sin haber terminado el disco, nos dispusimos a ensayar para el concierto. Éramos muchas personas, el ensayo general lo hicimos en el jardín de la casa de uno de los músicos. Las canciones no eran fáciles, y me emociono al recordar a todas esa personas trabajando con verdadera implicación. Mi hermano Juampy, que tenía quince años, aprendió a tocar la guitarra acústica para ese concierto. En apenas dos semanas se preparó el repertorio con la guitarra, sin haberla tocado en su vida anteriormente, y además tocó la pandereta he hizo coros. Participaron todas las personas que trabajaron en el disco, hasta vino Carlos Chaouen a cantar conmigo la canción en la que colaboró.

Chaouen y yo cantando "El número tres" en el concierto de presentación.
El concierto fue un éxito, pero había que terminar el disco. Estuvimos grabando hasta mediados de Diciembre de aquel 1999. Habíamos empezado en Junio, en todos eso meses se generan gran cantidad de anécdotas. una de las más bonitas fue cuando grabamos la voz de Antonio Colinas. Él es un reconocido y admirado poeta. Tuve la suerte de que su hijo iba conmigo a clase (con veinte años yo seguía en el instituto), él me lo presentó. Nos veíamos de vez en cuando, y en una ocasión le pedí que recitara en el disco un poema mío al final de la canción "De Otoño". Quedamos para ello una tarde de Julio sorprendentemente lluviosa y fría. Realmente parecía que estábamos en otoño. Durante el camino yo intentaba hablar cn él, y me dijo que no quería hablar, que se estaba concentrando. Eso me impresionó. En el estudio estábamos Isidro, él y yo. Si escuchar la música de fondo, grabó el recitado de mi poema. Fue una sesió solemne y perfecta. Pasados unos días añadimos la guitarra y le pedí a Álvaro Cortés que añadiera una flauta. Eso también fue muy especial, porque esa preciosa flauta que acompaña a la voz de Colinas, se hizo en una sola toma improvisada. 



Instantáneas del concierto en la Plaza Mayor. en la foto de Arriba Carlos Rodríguez, Ana Cabero, Teresa Fraile y Óscar Martín. en la de abajo Alí recitando en árabe. en la del medio se atisba a Álvaro Cortés.
Como dije antes entre paréntesis, en esa época seguía en bachillerato, en anteriores capítulos cuento mi tortuosa trayectoria académica. La producción del disco la hice en un bar cercano al instituto (ya era el tercero en el que me matriculaba, y habrá un cuarto...). El bar se llamaba Salambó (hoy día es el delicioso restaurante Salam). Frente a la mesa donde me sentaba todos los días a escribir mis ideas para el disco, habí un cuadro al que miraba cuando me quedaba pensando. En un momento dado supe que esa sería la portada del disco. Le pregunté al camarero que de quién era la pintura, y me dijo que la había hecho él mismo. Le pedí entonces que me dejara usarla como portada de mi disco. Él, que se llama Enrique Balsa, se rió incrédulo y me dijo que sí. Tendríais que haber visto su cara cuando el fotógrafo Mitxel Acero (autor de miles de fotos que documentan la grabación y el concierto) llegó con su equipo para fotografiar al cuadro. Cuando salió el disco hicimos allí la rueda de prensa. hoy día, como he dicho antes, es un restaurante que me encanta y que recomiendo.

Foto del cuadro de Enrique Balsa del que salió la portada del disco.

Ahora mismo siento que no soy muy diferente al Andrés de diecinueve años. De hecho creo que me he quedado ahí, en ese estado mental. Por entonces yo me sentía capaz de cualquier cosa y no ocultaba mi seguridad, también disfrutaba de una inocencia impoluta. La verdad es que después de todo el tiempo que ha pasado, no he perdido nada de esa inocencia, la diferencia es que en aquel momento la ignoraba. Ahora sé que la tengo, en parte gracias a esta historia. Estuvimos mezclando el disco en Aránzazu, un pueblo de bilbao, Asier Ercilla se ocupó de mezclarlo en tres días, en conreto el 29 y 30 de diciembre del 1999 y el 2 de Enero de 2000. Mi manager de ese momento, que tantas cosas había hecho por mí, me salió rana y no llegamos a un acuerdo para que él publicara el disco, y me decidí a autoeditarlo. Llegó el momento de buscar inversores. Mis primos Arancha y Roberto, aportaron la cantidad necesaria para su publicación. Todo parecía sostenerse a pesar de que habíamos tenido que superar mil adversidades que no me apetece contar. Pero en ese momento sucedió lo peor que me ha pasado en la vida. Me vine a Madrid para publicarlo, contacté con una persona que resultó ser un estafador. Ese señor me robó todo lo que me quedaba para sacar el disco. Lo siguiente que hice fue meterme en la cama para siempre. Había perdido toda mi energía, mi dinero y mi ilusión. El mundo de los adultos resultó ser una mierda. Al verme así mis padres, decidieron pedir un crédito y sacar el disco, pero yo ya no era el mismo, me había enfrentado al mundo y me había comido entero.



Fotos de la grabación. Arriba con Santos Neri el día que metimos las bases electrónicas. En medio con Javi amado grabando bajos. abajo premezclando con Isidro.
Gracias al gesto de mis padres, me levanté un poco y pude hacer muchos conciertos de presentación con la banda en muchos sitios. Sin embargo el disco no he podido escucharlo sin sentir rabia hasta ahora. Después de esto, mi vida cambió mucho. Estaba a punto de estallar, y lo hice a mi modo. En próximos capítulos contaré como fue mi emancipación, mi llegada a Madrid y todas las cosas emocionantes que me han sucedido hasta ahora. Con esta experiencia de crear "Brujo" aprendí que dedicarse a la música profesionalmente tampoco era la libertad que yo esperaba. Para lograrla tuve que romper con todo y seguir buscándola, actividad que se ha convertido en mi verdadera profesión.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Cuatro: "La nueva generación".

Ideas propias

A principios del 97 estaba en plena actividad, haciendo conciertos todos los meses, componiendo, leyendo, aprendiendo cosas nuevas con la guitarra, dispuesto a comerme el mundo. También estaba especialmente interesado en la historia, la filosofía, la política, la dialéctica... Una profesora de mi nuevo instituto organizó un grupo de debate para participar en un concurso celebrado en toda Castilla y León. Me apunté de cabeza. Desde el principio me resultó extraña la dinámica del concurso: hay una pregunta: "¿Es necesario tomar medidas para terminar con la discriminación machista?"; y dos posibles opciones para debatir: sí o no. Defender una u otra postura dependía de si salía cara o cruz antes de comenzar el debate, de modo que había que prepararse las dos opciones antes de concursar. Nadie quería defender el "no", cuando salía en la moneda lo que tú habías pedido, elegías el "sí". La primera vez que concursamos, me tocó defender el "no", y salimos triunfando a pesar de ser la opción más difícil. Entonces tuve una idea: si me preparo a conciencia el "no", siempre podré defender esa opción, ya que nadie la quiere defender, y además no tendré que sufrir la terrible contradicción de estar a favor y en contra de dos ideas contrarias, que era lo que a mí más me chocaba de todo esto. ¿Cómo es posible que para participar en un concurso de debate no puedas expresar tu propio pensamiento, más que cuando coincida con el argumento que te toca defender? 

Aquí estamos en el instituto, preparándonos para participar en un concurso de bate al que llegamos muy lejos. Aprendí mucho de esta experiencia, sobre todo que no quería ser político.

Gracias a mi invento, ganamos todas las fases y llegamos a la gran semifinal. Esta fase se hacía en un teatro de Valladolid ante cientos de personas y se televisaba . Estoy a punto de contar uno de mis mayores fracasos, pero también uno de mis mayores aprendizajes. Cuando tiraron la moneda, mis contrincantes eligieron el "no". En ese momento me derrumbé. Cuando llegó el momento de mi intervención, sencillamente me quedé en blanco, viendo cómo se desdibujaban todas las expectativas que había sobre mí. Ese día entendí qué era la política, y supe que no estaba interesado más que en tener ideas propias; nunca podría formar parte de un partido, ni ser abogado, ni presidente, ni siquiera delegado de clase. Ese día supe que estaba incapacitado para defender ideas ajenas, gracias a lo cual empecé a abandonar cualquier ideología, a construir ideas propias. 

Podría haberme dedicado a hacer piruetas, se me daba muy bien...

También me podría haber sido actor, me encantaba meterme en personajes. Aquí soy una abuelilla.

No puede ser yo

Por suerte yo ya había encontrado mi trabajo, uno que consiste precisamente en tener y expresar mis ideas propias. Después de unos cuantos conciertos, pensé que el espectáculo podría ser algo más que cantar canciones y contar chistes entre ellas. Había un contraste muy grande entre el tono de mis canciones surrealistas, melancólicas y experimentales, y el tono de mis presentaciones humorísticas e hilarantes. El 14 de Junio del 97, estrené mi primer espectáculo integral con música, teatro y poesía. Lo titulé "No puede ser yo", como una canción que hice sorprendido por ver mi cara en la prensa y en carteles por todas partes. Para este espectáculo, que estuvimos meses preparando, conté con la colaboración de músicos y actores, así como de personas que me ayudaban con las proyecciones. Lo hice en El Corrillo, y fue muy hermoso trabajar con tanta gente entusiasmada. Por esa época ya me acompañaba habitualmente el guitarrista Eloy Gazol, también cantautor. Mi amigo Carlos Rodriguez, compañero del colegio, con quien he compartido horas y horas de pasión por la música, me acompañaba al piano. Óscar, mi mejor amigo, del que hablé en el primer capítulo, tocaba ya el violonchelo en todos mis conciertos. También contábamos con el violonchelo de Iris Jugo y con el oboe de Sergio Simón. Otro Sergio, mi primo, se ocupó de poner en un rudimentario retroproyector las transparencias con dibujos míos, fotografías, letras de canciones y una caricatura de cada persona que participó en la función, realizadas por Max Hierro. En lo que se refiere al teatro me ayudaron mis amigos Carlos Therón y Carolina Mora. 


De hecho comenzamos con teatro. Carlos Therón y yo éramos exactos cuando teníamos dieciocho años, se nos confundía por la calle. Cuando comenzó el espectáculo, El Corrillo estaba lleno de personas que me conocían de lejos, de conciertos, de la prensa. Entonces salió a escena Carlos vestido con mi ropa, en concreto con mi camiseta del Ché. Tomó la guitarra y comenzó a presentar el espectáculo. Antes de que nadie pudiera reaccionar (casi toda la sala picó), Carolina se levantó de entre el público y empezaron los dos a discutir. Ella insistía "tú no eres Andrés, !impostor!", se abalanzó sobre él y salieron corriendo del escenario a la calle. Se hizo un oscuro, y la luz volvió cuando yo ya estaba tocando los primeros acordes de la canción con la que comencé. Así empezó un espectáculo que duró dos horas y media (por entonces se podía fumar dentro) y que estuvo lleno de sorpresas y dinamismo. Mi padre lo grabó todo en vídeo. Algún día lo pasaremos de hi-8 a archivo digital, aunque sea sólo para rememorar esas locuras que tanto nos divirtieron.

Ely Gazol en mi habitación, probablemente ensayando para este concierto.

Eloy Gazol y yo tocando en el Café Berlín de Salamanca.


Alma gris y Alexia

Después de este concierto tan especial, repetí la fórmula en muchas ocasiones, siempre creando un espectáculo distinto. Ahora mismo me están entrando ganas de volver a hacerlo. Otra cosa que empecé a hacer esa primavera, fue grabarme a mí mismo. Mi padre tenía una pletina a la que se podían enchufar dos micrófonos que grababan en estéreo. Grabé muchas cosas. Luego se me ocurrió que si conseguía otra pletina, podría grabar en ella mientras sonaba la otra, usando una mesa de mezclas. Enseguida me hice con todo lo necesario y comencé a experimentar mi particular sistema de grabación por pistas. De ahí salieron las maquetas "Alma gris" y "Alexia". Durante tres meses apenas salí de casa, sólo quería grabar y grabar. Me gustaba más experimentar con las canciones más raras y extravagantes, que también eran las más melancólicas y crípticas. Las canciones divertidas, incluso de humor explícito, eran las que mejor funcionaban en el escenario, pero no me apetecía experimentar con ellas. No sé, las rumbas, blues, etcétera, no se prestaban a la experimentación, esas las prefería grabar tal cual eran. Así tuve que dividir mis canciones en dos álbumes: las más experimentales en "Alma Gris", y las más normales en "Alexia" (Alexia era el nombre de mi nueva guitarra, por fin me había comparado una española electrificada; hablaré de ella en próximos capítulos).


También por entonces comencé a viajar con mi guitarra para hacer conciertos fuera de Salamanca. Aquel verano de 1997, viví la aventura de tomar un tren a Barcelona con mi guitarra para buscarme la vida por ahí. Ya tenía diecinueve años, era un señor sin miedo a nada, y llegué hasta un camping de Girona donde trabajaba una gran amiga. Allí me alojaron a cambio de tocar en la terraza para los clientes. También toqué en algunos bares de la costa y en Barcelona. Lo mejor fue que no tenía fecha para regresar, y que era posible sobrevivir haciendo música. 

Aquí estoy en la playa de Palamos (Girona), en plena aventura. Parece que olvidé comer por aquellos días, demasiadas experiencias.


Esternón

Regresé y seguí haciendo conciertos, espectáculos, canciones, grabaciones, hasta que en Diciembre tomé una decisión. Quería hacer grandes cosas, y de pronto me di cuenta de que necesitaba que alguien invirtiese en lo que hago. Entonces busqué una discográfica que produjera algo parecido a lo mío. Escribí una carta a Fonomusic, en la que les aseguraba que conmigo se iban a forrar, eso sí, no podrían meterse en mi trabajo y tendrían que pagarlo todo. Me llamaron por teléfono a los pocos días, y me dijeron que les encantó la carta, pero que les sorprendía que no les hubiera enviado mi música... Yo les respondí que tendrían que fiarse de mí, lo que les hizo bastante gracia. La cuestión es que sí les envié un dossier de prensa donde vieron que era bastante popular, y pensaron en incluir mis canciones en el segundo volumen de "Cantautores, la nueva generación", disco que yo tenía en casa y que escuchaba habitualmente. Pero necesitaban escuchar mi música para ver si era publicable o no. Entonces yo les envié una cinta con canciones de todos los cantautores que me gustaban de Salamanca, dos canciones de cada uno de nosotros. Esto también les hizo gracia, y me dijeron que sólo había espacio para dos canciones en el disco. Puse como condición para salir en el disco, que una de las dos canciones fuera de Aitor, un cantautor de baleares con un talento excepcional que estaba estudiando en la ciudad. Aceptaron, y así en el año 98 grabé Esternón en el nuevo estudio de Fernando, el amigo de mi padre que me grabó Imaginación.

En la foto estoy con un responsable de Fonomusic, en la rueda de prensa para la presentación de "Cantautores, la nueva generación, volumen II".

Estuvimos una semana para grabar una sola canción. Todos éramos nuevos. El estudio nuevo (y excelente), los técnicos nuevos, los músicos nuevos. Fue una experiencia maravillosa. Hace unos días me encontré en Libertad Ocho con el protagonista de una de las anécdotas más interesantes de esta grabación, Pedro Pedrosa: estábamos en la puerta del estudio fumando, cuando vimos venir a lo lejos a un chico con una guitarra. Nos pusimos a hablar. Dijo que tocaba la guitarra flamenca, entonces le pedí que entrara y que se grabara algo en la canción. Aún se puede escuchar esa primera toma que hizo acompañando la coda de la canción. Fue muy buena suerte encontrármelo. Quizá también me dé suerte habérmelo encontrado ahora. Al final no nos quedó muy mal la grabación, aunque pareciera una tarea imposible. Pronto entraría en ese mismo estudio para grabar "Brujo", mi siguiente disco, ya lo contaré en próximos capítulos.

Gracias a estar en este disco, que se editó en todo el país, ya estaba reconocido y vinculado a una generación de cantautores (que tenían diez años más que yo) a los que pude conocer, y con los que puede hacer muchas cosas. En la presentación del disco que se hizo en el Juan del Encina de Salamanca, conocí a artistas a los que admiraba, como Antonio de Pinto, Carlos Chaouen y otros muchos que ya estaban en Madrid dándolo todo. Yo tendría que esperar un año para conocer Libertad Ocho, y otros dos más para venir a la conquista de la capital. Esto ya lo contaré también en próximos capítulos.

Cuando mis nuevos compañeros me contaron las condiciones para publicar con aquella discográfica, se me quitaron las ganas de insistir. Cuando me lo propusieron yo ya estaba autoeditando "Brujo". 

Puede que esta etapa, antes de grabar "Brujo", haya sido la más feliz de mi carrera, quizá por la inocencia y la gran ilusión que me movía. Por entonces yo tenía muy claro que el arte y el comercio no se llevaban bien, que mi camino no era buscar el modo de sacar rentabilidad a mi trabajo, sino aprender a hacerlo de la forma más eficiente artísticamente hablando. Es decir, yo quería evolucionar hasta hacer la canción perfecta, hasta tocar de forma perfecta, hasta escribir prefectamente, hasta tener una puesta en escena inmejorable; eso sí, sin dejar jamás a un lado mis deseos, mis gustos, mis ideas propias. Sé que la perfeccción no existe, pero a día de hoy puedo decir que he triunfado en ese sentido, estoy satisfecho con todo lo que hago, aunque quiera seguir aprendiendo y evolucionando. Por aquellos tiempos, os aseguro que era muy auto crítico, y pensaba que mi trabajo sólo era un ensayo, que no debería publicarse. El primer trabajo del que estoy completamente orgulloso es "Consciencia", pero ese es el último capítulo de estos veinte años de vida en las canciones.






domingo, 8 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Tres: "Mis padres".

En el Capítulo Uno conté cómo llegué a hacer mi primer concierto, en el Segundo conté cómo grabé Imaginación y cómo llegué a tocar al Corrillo, la sala más importante de la ciudad. Pero me dejé muchas cosas en el tintero. Creo que, antes de continuar con mi historia en el punto en que la dejé, me tengo que detener un momento para hablar de mis padres. Cualquiera podría pensar que soy un artista espontáneo, sin antecedentes familiares en el mundo del arte. Y es un poco verdad, en mis ancestros no hay tradición artística, pero mis padres son personas muy especiales, aunque a la vez muy humildes. En ellos no hay presunción ni alarde, pero sí sensibilidad y talento, a parte de una gran profundidad y espiritualidad. Aparentemente, mi padre es diseñador de rótulos luminosos y mi madre ama de casa, pero detrás de esa sencillez hay una grandeza inconmensurable. No son jipis, no son bohemios, no son de izquierdas, no son anti sistema, pero tampoco son lo contrario. Son cristianos, verdaderos seguidores un mensaje esperanzador, no católicos, apostólicos y romanos vestidos de domingo, ellos viven una realidad espiritual que nos han transmitido naturalmete en casa durante toda nuestra vida. 

Cuando digo "toda nuestra vida", me refiero a la de nosotros tres, Juampy, Jesús y Andresete.
Ellos son un capítulo aparte...

El Dios de mi casa no era vengador, rencoroso, envidioso de otros dioses, ni nada parecido, ese fue el que quisieron venderme en el colegio (sí, en el colegio público rezábamos constantemente en aquellos tiempos) y en la catequesis. Desde muy pequeño, gracias a mis padres, pude vivir mi espiritualidad intensamente, dedicaba mi insomnio nato a hablar con Dios. Con el tiempo, las instituciones religiosas que intentaban controlar mi mundo interior, me fueron decepcionando, pero mis padres jamás lo hicieron. Ellos viven coherentemente con lo que predican, y nunca me obligaron formar parte de sus prácticas, ya que ellos no las hacen por obligación o apariencia, sino por gusto. De hecho, cuando a mis diecisiete años manifesté mi anatema, me dijeron que les daba pena por mí. Con su ejemplo, mis padres me ensañaron que la mayor libertad es la fe. Yo aprendí por mi cuenta que la fe es inexplicable, es decir no tiene nada que ver con quienes la venden y la usan para domar a las masas. Cuando hago mis canciones estoy envuelto en esa sensación de eternidad, y me sucede eso que han dicho ya otros artistas: siento que me dictan lo que escribo, que algo más grande que yo me guía en mis composiciones. Podríamos decir que soy una persona de fe a la que le molesta que las religiones se apropien de algo tan natural como la espiritualidad y la transformen en algo ridículo, absurdo e inverosímil.

A principios de los ochenta, mi padre cumplía veititantos.
Detrás, un cartel que ilustra muy bien lo que estoy contando.
Mi madre y yo tenemos la misma cara. 
Pero no quiero hablar ahora de religión, quiero hablar de mis padres. Empezaré por mi padre, aunque es muy difícil separarlos. Los que le conocen, saben que no exagero si digo que mi padre es la mejor persona que hay sobre la faz de la tierra. Tiene sentido que comparta alma con mi madre, ya que a ella le pasa algo parecido, luego hablaré de ella. Después de Dios, la empresa familiar es lo más importante para él, se toma ese trabajo como una vocación. Aunque mi madre se vea obligada a pensar que es un problema, yo estoy orgulloso de que mi padre carezca completamente de ambición económica. Esa falta de ambición le ha impedido dejar esa empresa familiar y dedicarse a otras de las muchas cosas que podrán haberle dado dinero, poder, fama, influencia...

Detrás de mi, el equipo de música con artefactos fabricados por él mismo. A mi padre le encanta todo lo que tenga que ver con el sonido, la electrónica, la marquetería... Sobre todo le gusta fabricar inventos útiles. Mi casa parece la del científico de Regreso al Futuro. 

Dibuja lo que le da la gana, aunque es la cualidad que menos conozco. Hace unas fotografías excelentes, no solo técnicamente, en ellas siempre hay algo que no puedes dejar de mirar. Desde muy pequeño hace marionetas, siempre con un éxito rotundo, siempre haciendo que mayores y pequeños se rían y mediten. Improvisa los cuentos, sólo hay que decirle cuánto tiene que durar la función, y parece que los muñecos cobren vida, ya que él tampoco es que hable mucho cuando no tiene las marionetas en las manos. Es tímido y no tiene grandes cualidades sociales, tampoco es huraño, más bien se mantiene al margen como para no molestar, aunque se le escape de vez en cuando un chiste malísimo (que, por otro lado , nos hacen bastante gracia) o una verdad incandescente. Su aspecto es inofensivo, pero porque él quiere; cuando enfurece parece una bestia invencible. Aún tímido y dócil, es la persona más valiente que conozco. 

Le he visto enfrentarse a un gitano que golpeaba a su mujer en la calle mientras más de treinta personas mirábamos con miedo tras el escaparate de un bar. Todos vimos la escena, cuando él se dio cuenta, salió sin más he hizo que terminase la pelea con su sola presencia. Otro día, tres nazis pegaban a un chico en la calle vacía. Yo iba con él, cuando los vimos salió corriendo hacia ellos. Yo le grité "!Qué haces!", pensé que lo matarían. Sin embargo, los nazis salieron corriendo. Creo que al verle tan decidido, pensaron que era policía, o alguien iba a poder con los tres.

Vacaciones antes de que llegaran los otros dos.


Pero eso no es nada comparado con lo siguiente: la persona más tímida que conocéis, mi padre, hablaba todos los días en la radio para toda la ciudad. De siete a ocho de la mañana, nos metíamos en la cama con mamá para escuchar a papá en la radio. Era algo fascinante, pero él jamás se jactó de ello. Se lo tomaba como un aprendiz, aunque yo le he visto hacer a llorar a sus entrevistados a las doce de la mañana de un sábado en un magazine de dos horas que pilotaba con destreza. Estuvo más de veinte años en la radio haciendo diferentes programas, hasta presentó algunos de los primeros que se emitieron de los Cuarenta Principales. Jamás cobró un duro de la emisora, nunca luchó por ello, porque se la pelaba el dinero, él quería hacer radio. Esto para mí es un acto de libertad.


Mientras tanto, mi madre intentaba alimentarnos y vestirnos con la libertad de mi padre. Ella dejó de trabajar al casarse, a pesar de haber estudiado y conseguido un puesto de lo suyo. Con veintipocos años lo dejó todo por la familia, pero no por tradición, no, no, no. Ella lo hizo porque no tiene sentido que otra persona críe a tus hijos. Tomó una decisión, pero también le atrae la vida del profesional que resuelve asuntos. Yo creo que en el fondo hizo un gran sacrificio, perdiendo parte de una vida que podría haber sido. Una inteligencia imparable como la suya, lamenta en parte no haber sido usada para el derecho, la investigación, la medicina. Y no sólo es desmesuradamente inteligente, también, o sobre todo, es intuitiva. Me ha salvado la vida en varias ocasiones. Una vez, saliendo del anestesista, días antes de una operación que me hicieron, de pronto recordó que de muy pequeño se me hincharon los ojos con una medicina. Si mi madre no se hubiera acordado de aquello que había sucedido quince años atrás y parecía no tener importancia, yo habría muerto un minuto después de anestesiarme. 

¡Mira qué guapa y poderosa!

Mamá podría haber sido médico o abogado, o presidenta del gobierno, pero tiene un don que sólo le permite trabajar en el amor. No sé si ese don tiene otro nombre, pude ser entrega, protección, no lo sé, es amor. Mamá es una madre profesional, capaz de estar pendiente al cien por cien de varias personas a la vez. Podríamos estar hablando de amor cuántico o algo así. Y ese amor lo convierte en fuerza y energía, en locuacidad y destreza dialéctica, en humor. Una vez le llamó el director del colegio porque yo estaba, según ellos, haciendo unos ruidos muy extraños. Mi madre llegó corriendo y le contaron que no paraba de hacerlo en el recreo, durante las clases, en los pasillos. Me pidieron que reprodujera el sonido para que lo escuchara mi madre, y al oírlo dijo lo mismo que les había dicho yo todo el rato, "es el pájaro loco (...) ¿cómo quieren que un niño no se pase todo el día haciendo estas cosas? En casa lo hace constantemente". 

Ella me enseñó a escribir antes de llegar al colegio, y los profesores le dijeron que había hecho mal, porque eso desnivelaba a la clase. A ella tampoco le gustaba el colegio, pero tenía que llevarme. Jamás me lo dijo abiertamente, es una persona responsable, pero yo sabía que de pequeña ella era igualita a mí. O peor. La verdad es que somos bastante parecidos, en lo bueno y en lo no tan bueno. Hemos estado discutiendo ferozmente desde que alcancé su tamaño y ya no podía levantarme la mano, hasta que me fui de casa con veintidós años. En la última parte de esa etapa, apenas nos hablábamos, pero cuando me vine a Madrid empezamos a hablar por teléfono durante horas todos los días varias veces, riéndonos, contándonos sinceridades como dos amigos. Eso sí, cuando nos veíamos en persona todavía nos ladrábamos como perritos. Su carisma es demoledor, si hablas con ella, te atrapa dulcemente para siempre; y eso te lo aseguro, la tendrás siempre cerca para lo que haga falta. Mi madre no puede ver algo que está mal, tiene que arreglarlo, porque además sabe que puede hacerlo. 

Mamá.

A pesar de que sobrevivíamos con el intermitente y escueto sueldo de mi padre, siempre que llamaban a la puerta para pedir limosna, mi madre les daba algo y hablaba con ellos. Les preguntaba por qué estaban en esa situación, y les ayudaba con alguna idea, incluso les ayudaba directamente. Cuando yo era pequeño, venía una gitana muy joven con hijos a pedir para comer. Mi madre le daba dinero y hablaba con ella. Le propuso que vendiera algo. Al poco apareció vendiendo calcetines, y de pronto teníamos demasiados calcetines. Luego le propuso que trabajara en alguna casa, y la contrató para venir a limpiar con ella. Yo estaba seguro de que no hacía ninguna falta, de que mi madre lo hacía por ella, por que en realidad mi madre nunca dejaba de hacer las cosas de la casa por mucho que las hiciera la chica. Mi madre la convenció para que aprendiera a leer y escribir y consiguiera el graduado escolar; la escuché consolándola en mil ocasiones, dándole buenísimos consejos. Hoy día esa joven gitana es una persona muy importante que lucha por la integración, alfabetización, etcétera, de los miembros de su comunidad. Una vez me la encontré y, entre lágrimas, sólo hablaba de que mi madre le había ayudado a llegar donde estaba.

Esto es solo algún ejemplo del talante generoso y amoroso de mi madre, tengo docenas para contar. Así como de mi padre, son tantas las cosas que merece la pena contar. Ahora sólo quería esbozar sus personalidades para que quede claro que todo lo bueno que haya en mí, lo he adquirido de ellos. Son mi referente, mis influencias, mis maestros. Ellos forman parte de una comunidad de matrimonios que se dedican a aprender a charlar. Hacen ejercicios de comunicación basándose en el amor y la espiritualidad. Desde muy jóvenes se dedican a profundizar en los sentimientos humanos, y a ayudar a otras personas a profundizar. En una ocasión me encontré con ellos por la calle y me dijeron que venían de dar una conferencia titulada "El hijo perfecto", o algo así. Yo tenía dieciocho años, era un fracasado escolar, llevaba el pelo largo y pendientes, me dedicaba a hacer conciertos por ahí, y en general no les hacía ni caso. Les pregunté con sorna que cómo se atrevían ellos a hablar del hijo perfecto... Me respondieron, casi a coro, que yo era el hijo perfecto, porque tengo mi propia forma de ser y mi propia forma de ver la vida. No recuerdo exactamente lo que me dijeron, pero me dejaron boquiabierto y lleno de admiración.

Mientras escribo esto mis padres me están mandando todas estas fotos, sn saber muy bien para qué...
Por cierto, sólo hay una razón por la que lloraría en un car: que me digan que me tengo que bajar.


No es raro entonces que yo haya querido dedicarme a gestionar mis sentimientos, a convertirlos en canción, así como a intentar ayudar a los demás, simplemente haciendo lo que hacen ellos: si puedes ayudar ayuda, si está en tu mano anular un dolor, hazlo y habrá un dolor menos cerca. Como he dicho antes, mis padres no son airosos, no son un estereotipo reconocible, no van de lo que realmente son: santos. Si el Papa los conociera en persona, tendría que canonizarlos en vida. Los que les conocen saben que no exagero. 

La verdad es que casi nunca tengo ocasión de decirles todo lo que les admiro y les amo, supongo que me da menos vergüenza hacerlo de este modo. Tengo que agradecerles la paciencia infinita, la tolerancia incondicional, el apoyo activo en cada paso que he dado. Incluso ahora, que estoy un poco esquivo con la humanidad, ellos me dan espacio y tiempo. Ellos sí que son los padres perfectos, los que les conocen saben que no exagero.

¡Gracias!

En el próximo capítulo sí que contaré lo que, en el capítulo anterior, prometí contar en este. Comienza el año 1997, y la cosa se pone intensa. Ahora quería dedicar este capítulo a las personas más bonitas que jamás he conocido, las que más me han aportado, Esperanza y Andrés, mis hermosos padres.


jueves, 5 de noviembre de 2015

Mi historia. Capítulo Dos: "Imaginación"

En el capítulo anterior conté cómo llegué a hacer mi primer concierto, pero nada dije de mi contexto en ese momento. Tenía diecisiete años, estaba en edad de casi entrar en la universidad. Sin embargo, cuando hice aquel primer concierto, estaba cursando por segunda vez  Segundo de BUP, lo que ahora sería 4º de la ESO. En total pasé nueve años en la secundaria. Y no fue por desinterés por la cultura, la ciencia, la historia... Fue, más bien, por desinterés por la sumisión, la abnegación, la competitividad, la obligatoriedad, la disciplina ajena... Desde muy pequeño me amenazaban con no tener trabajo cuando fuera mayor si no obedecía a todo lo que me mandaban en el colegio; yo veía a los mayores trabajar de sol a sol, comer y dormir, esperando que llegaran esos quince días de vacaciones en los que no tenían ni idea de cómo gestionar su libertad. De modo que esa amenaza a mí me parecía un premio. Eso sí, no quería renunciar a aprender cosas, eso me fascinaba. Mi problema tampoco era la autoridad de los maestros que te guían, mi problema era que, en la mayoría de los casos, los maestros no nos guiaban, más bien nos llevaban como a un rebaño. La cuestión es que yo era oficialmente un fracasado escolar por aquellos días, pero sólo a medias, porque en mis notas, con las que repetía curso, había sobresalientes en las asignaturas interesantes con profesores sanos de la cabeza.

En el resto de contextos en los que me relacionaba con personas, como el grupo scout, la catequesis, etcétera, cada vez me estaba quedando más solo, ya que mi rebeldía apenas la compartía con personas que eran díscolas esporádicamente. Mis mejores amigos o mis parejas, no necesariamente estaban de acuerdo conmigo, sólo había amor entre nosotros. Yo era (lo sigo siendo) una persona complicada, dispuesto a la lucha siempre que sea necesario. En el grupo scout sentí una profunda decepción cuando vi a mis compañeros hacer todo aquello, y más, que criticábamos a nuestros monitores, cuando nos llegó el turno de ser los responsables. En la catequesis me hicieron el vacío y dejaron de contestar a mis preguntas, porque yo insistía en entender lo que nos estaban predicando.

Mi rutina por aquellos días era levantarme por la mañana para ir al instituto, llegar al bar, leer el periódico y algún libro, escribir poemas y letras de canciones, hacer dibujos compulsivamente, ir a alguna clase, esconderme tras los arbustos con mi novia, ir a comer a casa enfadado, ser encerrado en mi habitación para supuestamente estudiar, ir al conservatorio o a las clases de guitarra, asistir a algún concierto de música clásica o jazz , hablar hasta la madrugada con mi amigo Óscar unos días, y otros esconderme tras más arbustos con mi novia, llegar a casa, leer hasta desfallecer y escuchar la radio hasta el amanecer.

Así estaban las cosas cuando hice ese primer concierto. Y de pronto todo cobró sentido, entendí que mi trabajo tenía que ser la música, al menos así escaparía más rápido del sistema que me estaba acorralando. Y funcionó, las personas que antes no me comprendían, se tranquilizaron cuando me convertí en artista. Sentía que había encontrado mi sitio. Qué suerte, con sólo diecisiete años. Y ese es mi trabajo hasta la fecha: escapar del sistema.

22 de diciembre de 1995, día de mi primer concierto. En el Café Sol había una bonita bola del mundo, en esta ocasión ataviada con un gorro de Navidad por las fechas en las que estábamos. Detrás de ella estaba el escenario, la quitaban para los conciertos importantes. todavía no había probado el escenario de verdad...

Ese primer concierto se grabó en cinta. Compré una caja de cien TDK, hice copias del concierto con mi doble pletina, dibujé una portada, la imprimí con la impresora, y la puse a la venta. Era lo mismo que hace el sistema, pero sin bajarme los pantalones. Después compré otra caja, también cajas más pequeñas. Todo el mundo a mi alrededor tenía mi "Primer concierto al sol". Ese nombre se le ocurrió a mi padre cuando estaba haciéndome el diseño de la carátula. Claro, el concierto había sido en la sala Sol, y además era la primera vez que sacaba a la luz mi obra.

Esa fue mi primera maqueta, pero muy pronto haría mi primer disco, "Imaginación". Después del concierto en Diciembre del 95, tuve que esperar dos meses para hacer mi segundo concierto. También fue en el Café Sol, esta vez en un ciclo de Canción de Autor. Mi nombre estaba en el cartel junto a Paco Bello, Albert Pla y Pedro Guerra. En esos dos meses me dio tiempo a aumentar mi repertorio y a practicar en el micrófono con uno de mi padre. Por cierto, mis padres se enfadaron mucho conmigo el día que les dije llegaría tarde porque estaba dispuesto a tocar esa noche en un bar. Después de esa primera reacción, solamente he recibido y sigo recibiendo apoyo por su parte.

9 de Febrero de 1996, este es mi segundo concierto, dentro de un ciclo en el que tocaban Pedro Guerra, Paco Bello y Albert Pla. Además ya me dejaron subir al escenario...

En la prensa local hablan de Imaginación. Por entonces para mí era una maqueta, aunque en realidad es el disco menos pirata de todos los que he publicado, en lo que a cuestiones legales se refiere.

Mi tercer concierto ya no se celebró en la Sala Sol, lo hice en El Mandala, un bar al que me gustaba ir por las mañanas a tomar pinchos y te. Como allí no había equipo de sonido, mi padre contactó con su amigo Fernando para que sonorizara la sala. Después del concierto me propuso que me pasara por su estudio para grabar alguna canción. En Mayo del 96 quedé con él e hice mi primera sesión en estudio. No quedé muy satisfecho tras grabar muy nervioso todas mis canciones. Fernando me dijo: "este no es el Andrés Sudón que yo he visto en concierto". Al día siguiente volví al estudio como un toro desbocado y grabé de un tirón el disco "Imaginación".

18 de Marzo de 1996, este es mi tercer concierto, celebrado en El Mandala, donde conocí a la persona que grabó mi primer disco.

A día de hoy es prácticamente imposible encontrar este disco, yo lo tengo en cinta. En cuanto me sea posible, lo subiré a internet. En la cara A están la siguientes canciones: Imaginación, Como beso a quemarropa, Ya que hemos nacido disfrutemos, Tengo una gata maullera, Caballo ciego masticando un teléfono, Que me enseñen, El vil metal y Cadencia. En la cara B: Pinturas de noche, Quiero, Sin dudas, Torbellino de sueños, Alma gris, Tengo aquello que nadie puede tocar y Os traigo un mensaje de amor. Creo que aún puedo tocar alguna de esas canciones.

Después de la grabación llegaron las presentaciones. El primer sitio donde lo presenté fue en el Café Sol, claro. Pero uno de mis sueños era toca en El Corrillo. Era la sala de conciertos más importante de la época, allí sólo tocaban los mejores. Yo asistía habitualmente a los conciertos, espectáculos y recitales de poesía que allí se hacían. En El corrillo conocí por primera vez la vida bohemia y a sus personajes, poetas, músicos, actores que pasaban a llí las horas hablando de arte y haciéndolo. Por fin en Noviembre de 1996 me dieron fecha para presentar allí mi disco.

Entrevista en un periódico local con una foto de ese primer concierto en El Corrillo de noviembre del 96.

Por entonces ya tenía dieciocho años. Después del verano del 96, con el cambio de curso, dejé la catequesis y los scout. Y como ya había encontrado un trabajo para siempre, me decidí a estudiar solamente por placer. Me cambié de instituto y de plan de estudios, decidido a llegar a la universidad. Este fue el único curso de mi vida en el que no suspendí nada y pasé limpio a lo siguiente. También empecé a salir habitualmente en la prensa y a convertirme en un personaje de la cultura local. Tocaba todos los meses con aforo completo en todas las salas. Además estaba en el equipo de debate de mi nuevo instituto (llegamos a la final del concurso, en el próximo capítulo lo cuento), asistía a las asignaturas del consrevatorio y de la escuela donde estudiaba guitarra (en el conservatorio tocaba el violonchelo, también contaré esa historia en el siguiente capítulo) y daba clases extra escolares de guitarra en un colegio. Toda esta actividad frenética me hacía profundamente feliz, y no estaba dispuesto a estropearlo alterando mi consciencia; en aquellos tiempos, aquí donde me veis, yo era absolutamente abstemio, mis únicas drogas eran el tabaco, el café y la adrenalina.

Sin comentarios.

Ecos de la presentación de Imaginación el 10 de Noviembre en El Corrillo.

Desde el principio de mi actividad como artista, tenía muy claro que la industria no era mi sitio. La cuestión es que todavía no sabemos cuál es...

Ese concierto en El Corrillo y la publicación de Imaginación, fueron las cosas más importantes que había hecho en mi vida. Comenzaba mi carrera y estaba eufórico por ello. Pronto descubriría que dedicarse a la música no es exactamente una huida del sistema, siempre hay alguien que se siente en posición de manejarme a su antojo, que al final se ve afectado por mi incapacidad para agachar la cabeza.

Y así transcurrió el año 1996 para mí. Tengo la sensación de que me dejo muchas cosas en el tintero, a pesar de estar siendo muy denso. Pero admito que estar escribiendo esto, está dando buen resultado. Se acerca la fecha de este veinte aniversario, y creo que esta es la mejor manera de afrontarlo, es decir, de celebrarlo.

Mi historia. Capítulo Uno: "Primer concierto al sol" 

Mi historia. Capítulo Dos: "Imaginación" 

Mi historia. Capítulo Tres: "Mis padres"